JUSTINA 1
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Relatos prohibidos
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Justina
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Un amigo del centro
de jubilados me pidió alquilar el departamento del costado de mi casa a su hija
y nueva señora. Se juntó con una paraguaya que tiene una hija púber llamada
Justina, su señora lo descubrió en la infracción y lo mando a la calle. Un poco
a regañadientes acepte aunque en el fondo unos manguitos extras me tentaban y
si bien las casas se comunicaban; no perdía mi libertad. El día que llegaron hice
la visita de rigor y conocí a la señora y su hija. Se mostraron bien dispuestas
y no pude dejar de mirar la nena disimuladamente, 13 o 14 años con cuerpo de
casi veinteañera, lo cual es casi normal entre gente de las llamadas morrudas.
Pasaron los días sin
novedad hasta que en una oportunidad Justina me trajo un plato de sopa
paraguaya que su mama mandaba, lo recibí y ya que sus papas en esas horas
estaban trabajando busqué charla con ella para mirarla mejor. Se mostró suelta
y alegre y así empezamos una amistad que en los días fue creciendo. Era tan
fresca con unos senos chicos pero llamativos, buenas piernas y una cola que
invitaba al delirio. Casi siempre vestía short-jeans ajustados solerito y
ojotas. De a poco fue curioseando mis pertenencias y en una oportunidad para
mostrarle una planta de interior la tomé de la cintura dando la impresión de no
molestarle mi mano en su cuerpo, mientras le explicaba las características de
la planta sobé sus brazos, volví a tomarla de la cintura y hasta le acaricié como
al descuido la espalda. Esa noche dormí con susto por la probabilidad que ella
en su inocencia contara lo de los abrazos y hasta me arrepentí de lo
disfrutado; por dos días no apareció y un montón de dudas me asaltaron. Volvió
a aparecer y ante el miedo me puse más distante.
―¿Molesto? ―Pregunto
dubitativa.
―¿Cómo se te ocurre?
―deslicé.
―No, me pareció que
estás serio.
Ese tuteo me desarmó
y recuperé el viejo verde de largos sesenta que había dormido. Le indiqué que
se sentara y lo hizo cruzando las piernas para el goce de mi vista, estaba
enfrente de ella tan cerca que debe haber notado mi nerviosismo y empecé a
preguntarle y contarle cosas en las cuales me reía y aproveché a tocarle los
muslos como circunstancia. Jamás reaccionó mal y en una oportunidad hice un
leve masaje en sus muslos al tiempo que la nombré.
―Justina ―dije con
ternura.
―¿Qué? ―Contestoó.
―Sos tan linda
¿cuántos querrán estar con vos como yo ahora?
Sonrió y para mi
locura apretó mi mano sobre su pierna sin permitir retirarla.
―Gracias ―dijo
sobando sus dedos en mi mano― no te enojes ―siguió― pero si no te molesta y
queda entre nosotros preciso plata para comprarme créditos para el celu, te
juro que te lo voy a devolver.
―Pero como no niña y
nadie lo sabrá… ―y acaricia sus muslos en un trato silencioso.
Metí mano como loco
pero cuando quise besarla se negó.
―No tócame lo que
quieras y vestida pero besos no.
Acaricié senos y cola
y entrepiernas y jadeé y ella me acariciaba la cabeza, la besé en los brazos y
manos.
―¿Soy la primera
virgen que tocas?
―Lo súperjuro
―contesté― ni a mi señora la tuve así.
Seguí con su espalda
y no paraba mas hasta que me pidió el dinero y se fue. Yo estaba feliz, rica
pendeja y si tenía tacto podía llegar a mas. Pasaron un par de días y
reapareció, tena un vestido corto y una remera arriba, estaba tan fresca. Me
contó que no había podido juntarme la plata y que encima se había quedado sin
crédito de nuevo, puso cara de nena haciendo puchero y la llamé para que se
sentara en mi falda.
―¿No estás enojado? ―Preguntó.
―Un poco ―le dije y
acaricié sus muslos llevando mi mano hacia sus nalgas corriendo el vestido para
descubrir su bombachita negra en carnes morochas. Empecé a buscar el interior
de sus piernas y previa negación abrió las piernas para que acariciara su
gordita, palpitante y mojadita concha; ella gimió y me abrazo más fuerte
estremeciéndose, besé sus hombros y cuando le besé los pechos por encima de la
remera noté que no tenía corpiño, musité su nombre sintiendo una erección como
hacía tiempo no tenia. No hay mejor viagra que estar con quien te gusta. Volví
a repetir su nombre y me preguntó ―¿Qué…?
―Dejame que te chupe
amor, solo chuparte no podés hacerme sufrir así
―¿Me vas a hacer un
regalito?
―Si cariño pero basta
déjame que te chupe.
Ambos estábamos
perdidos, yo dudaba de su virginidad por cómo me llevaba; pero el temblor de su
cuerpo y la búsqueda de seguridad en su voz me indicaban otra cosa; tenía una
hembrita sin estrenar a mi disposición, en el fondo ella lo quería y yo era el
elegido.
Se sacó la remera
dejando a mi vista dos espectaculares limoncitos hechos rocas los cuales libé
suavemente sintiendo como acariciaba mi cabeza.
―Tengo miedo papi
pero me gusta lo que me haces.
La miré con ternura y
le aseguré que solo haría lo que ella quisiera y que me permitiera disfrutarla
con mi lengua, la levanté en vilo después de sacarle la bombachita y la llevé a
la cama depositándola allí mientras ella trataba de tapar con su vestidito su
pequeña, inflamada y jugosa conchita.
―Justina cielo teneme
confianza, proba y vas a ver que lindo.
Besé sus pantorrillas
y empecé a subir con la calidad que siempre me caracterizó, me sumergí en sus
muslos duros y tensos y para mi vanagloria ella sola empezó a abrir las piernas
y yo llegue allí, tomé aire y con la punta de la lengua abrí sus labios
buscando un clítoris que enseguida apareció, jugueteé con mi lengua en el y
ella por primera vez comenzó a gemir; intensifiqué mi acción oral y comenzó a
retorcerse tomando las sábanas para afirmarse en sus movimientos. Al cabo de
unos minutos ella gemía más fuerte y le chupé hasta el culo masajeando sus
tetitas y pude sentir como acababa por segunda vez.
Algo cansado salí de
entre sus piernas y la miré sonriendo, ella seguía con sus piernas abiertas
mostrando su hinchada y brillosa conchita apoyada en sus codos mirándome y
sucedió algo que me decidió sin importarme mas nada; un mechón de su cabello
cayó sobre su frente y a mis ojos la hizo mujer. Sentí renovada mi erección y
subí buscando su boca.
―Nooo por favor nooo,
no lo hagas papi.
La bese con tierna
pasión y sobé su rostro con mi mano mientras tomaba posición de penetración.
―Nooo ―repitió.
Pero entré y ella se
arqueó hundiendo sus uñas en mis hombros y yo sentí como sus paredes vaginales
intentaban una defensa y la tibia sangre del desgarro y por momentos volvió el
hombre que creí perdido y ella colgada de mi cuello en un sollozo me insultaba
y acompañó mi bombeo jurando que no quería y que era un viejo degenerado que
moriría sufriendo y saqué la verga tirando la leche en su estomago. Se mostró
enojada y me mandó a traer servilletas para limpiarla, lo hice despacio
mirándola a los ojos y besándola en diferentes partes dulcemente.
―Salí ―sentencio―
ahora seguro no vas a quererme más ¿ya te sacaste el gusto no?.
―Falta ―le dije
metiendo mi lengua en su boca y una vez limpiada la vestí sintiendo su mirada
de reproche y admiración.
La acompañé a la
puerta acariciando su dulce cola, nos despedimos con un apasionado beso de
lengua y me preguntó si podía volver.
―Todas las veces que
quieras ―contesté― y con mucho cuidado si caminas muy despatarrada decís que te
torciste el tobillo.
―Viejo puto ―dijo sonriendo―puto.
Más de 50 años nos
separaban y ella se fue contorneándose mientras yo me tocaba la pija mirando su
culo y pensando todo lo que le haría.
Otro relato ...
De momento hay pocos relatos. Alguno de ellos lleva
ya tiempo escrito. A lo mejor, tenéis cosas que contar que os apetece mandar
pues aquí tienen sitio.
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